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Autor: Zornitza Aguilar Mena

Los árboles no son solo una parte del paisaje urbano; son los guardianes silenciosos que transforman la vida en las ciudades. En Quito, una ciudad que lucha contra el calor creciente y la pérdida de biodiversidad, los árboles juegan un papel vital que va mucho más allá de proporcionar sombra. Medellín ya ha demostrado el poder de la flora urbana: con su proyecto de “Corredores Verdes”, la temperatura en áreas clave se ha reducido en hasta dos grados. Pero ¿qué significa esto en términos prácticos? Significa ciudades más frescas, más habitables y, sobre todo, un ahorro considerable en energía y servicios.

La sombra de un árbol no solo nos refresca, también nos ahorra dinero. Menos calor significa menos uso de aires acondicionados, menos consumo energético, y por lo tanto, facturas más bajas. Imagina cuánto costaría si tuviéramos que reemplazar esos servicios ecosistémicos –la regulación de la temperatura, la purificación del aire o la retención de agua en el suelo– con soluciones artificiales. Plantar un árbol es infinitamente más barato que instalar equipos industriales para reducir el calor o limpiar el aire. Cada árbol que cuidamos es una inversión a largo plazo que devuelve más de lo que cuesta.

Pero los beneficios de nuestras zonas verdes no terminan en el ahorro económico. Los árboles también son el hogar de una rica microfauna que mantiene el equilibrio de nuestros ecosistemas. Cada rama, cada hoja, alberga vida que, aunque pequeña, es crucial para la biodiversidad urbana. Además, estos espacios verdes ofrecen a los ciudadanos una oportunidad para reconectar con la naturaleza, algo cada vez más difícil en un mundo dominado por el cemento y el concreto.

El llamado es claro: acerquemos la naturaleza a nuestras vidas. Adoptemos un árbol en nuestras casas, jardines, parques, colegios, y en cada espacio que podamos. Plantemos especies nativas y resistentes como el Yagual, Capulí, Arrayán, Aliso o Molle. No se trata solo de sembrar, sino también de cuidar lo que ya tenemos. En estos tiempos de crisis, reguemos nuestros árboles. No tiene que ser agua limpia; el agua en buenas condiciones que reutilicemos puede marcar la diferencia. ¡Cada gota cuenta!

La sociedad civil tiene el poder de cambiar el futuro de Quito. Digamos NO al fuego y SÍ a la vida. Es el momento de actuar, de asumir la responsabilidad de proteger nuestras zonas verdes y de plantar más árboles nativos para asegurar un futuro mejor para nuestras ciudades y nuestro planeta.

Más que sombra, más que belleza, los árboles son nuestra salvación. Siembra un árbol hoy y siembra esperanza para el mañana.